Incendios: pronósticos que llaman a la reflexión
Los organismos internacionales con competencia en la problemática del medio ambiente no dejan de advertir que la salud del planeta que habitamos se viene deteriorando desde hace décadas, y a un ritmo que no permite alentar buenos augurios.
No se trata de caer en predicciones apresuradas de una situación apocalíptica, pero los especialistas comenzaron a observar un comportamiento inusual de los incendios forestales, lo cual atribuyen al creciente calentamiento climático a escala global.
También, y siempre en relación con los episodios ígneos, da cuenta sobre las variaciones en el uso de los suelos. Ello, sin dudas, tiene directa vinculación con la cada vez más frecuente detonación de incendios, como los que vienen causando desastres de diverso orden en la provincia de Corrientes.
Las alertas están encendidas. Resta saber cómo reaccionará la humanidad frente a las advertencias de corto y mediano plazo que propalan los expertos.
Al respecto, un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente nos pone en aviso: el cambio climático y las variaciones de los suelos provocarán un aumento mundial de los incendios extremos de hasta un 14 por ciento para 2030, de un 30 por ciento hacia 2050 y de un 50 por ciento para fines del corriente siglo.
Como informamos días atrás, las evaluaciones surgieron de un congreso que se realizó en Kenia con la participación de especialistas de diversos países.
Queda como denominador común de las investigaciones un factor que no siempre es atendido por los gobernantes y por la propia comunidad: la prevención temprana y la logística necesaria para el combate de las llamas.
La provincia de Córdoba no estuvo exenta de los debates, pues quedó encuadrada como la región de la Argentina de mayor riesgo de tener incendios. Incluso, aparece entre las 15 zonas del mundo que reúnen las condiciones de clima y de vegetación con mayor grado de complejidad para evitar los siniestros que se reiteran puntualmente cada año, con un balance de miles de hectáreas arrasadas.
Lo curioso, y a la vez preocupante, radica en que quemas devastadoras de campos tuvieron como escenario regiones sin antecedentes en esta problemática. Y la experiencia de Corrientes encaja en parte en esa constatación de los analistas.
Ha sido dicho en este y en otros foros referidos a la lenta pero sostenida degradación del planeta: la prevención será decisiva en función de una categórica toma de conciencia de la población y de los propietarios de campos que, se ha probado, meten mano al fuego para “limpiar” el terreno con fines de siembra para el alimento de ganado.
La declamada toma de conciencia es clave. Los involucrados en estos asuntos tendrían que saber que al cabo de eventos devastadores quedan como secuelas la toxicidad de la población, la degradación de los suelos y de las cuencas hídricas, y un daño irreparable a la biodiversidad.
Los investigadores advierten, pero si el Estado y la ciudadanía no cooperan, seguiremos en problemas.
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