Daniel Zovatto: La política exterior argentina es lamentable y muy confusa
Daniel Zovatto alerta sobre el complejo escenario que tiene enfrente la región en el año que comienza. La pandemia, el freno a la recuperación económica y las desigualdades que ha traído ese escenario configuran un complejo 2022.
En ese contexto, el politólogo –director regional de IDEA Internacional para América Latina– advierte sobre la errática política exterior del Gobierno de Alberto Fernández, a la que calificó de “lamentable y muy confusa”.
–¿Qué escenario presenta 2022 para la región?
–Vamos a arrancar un año nublado, para robarle una expresión a Octavio Paz. Un año que empieza con una pandemia que debió haber quedado atrás en 2021 y que está entrando en su tercer año. Estamos todos muy cansados, frustrados. Esto se viene a sumar a una desaceleración muy importante del crecimiento económico regional. El año pasado, la región tuvo un rebote significativo de casi casi 6,2%, pero que en este tiempo caerá a un promedio de 2,1% según la Cepal, aunque con diferencias importantes entre los países: el que menos va a crecer va a ser Brasil con un 0,5%, lo que es una mala noticia para Argentina (que crecería 2,2%); y el que más, Panamá: 7,3%. También vamos a encontrar una intensa agenda electoral, con 3 elecciones presidenciales muy importantes; dos de ellas en Sudamérica, en Colombia y Brasil. Elecciones que, dependiendo de quiénes ganen, pueden traer una muy importante reconfiguración del escenario político regional. A todo ello, le tenemos que agregar el malestar social que dio causa a las profundas protestas sociales y los estallidos del segundo semestre de 2019… Aquello se lo ve lejos, pero afectó a muchos países. Esos problemas de fondo no se han resuelto, y si bien muchas de estas protestas fueron enviadas a cuarentena, otras volvieron a surgir el año pasado, como en Colombia. En ese escenario, si los gobiernos de América latina no tienen la capacidad de dar resultados oportunos y eficaces para las demandas y las expectativas de la ciudadanía, anticipo que vamos a ver a varios países y a varios gobiernos en problemas. Con nuevos estallidos y protestas. Porque, cuando combinamos todo esto junto a los índices muy altos de polarización y fragmentación política, estamos ante una situación muy compleja en la que también hay muchas oportunidades… si es que América latina sabe aprovecharlas. Por ejemplo, podría reposicionarse en el escenario internacional, que también estará arrancando de una manera muy compleja con el conflicto entre Rusia y Ucrania.
–Las elecciones en Colombia y en Brasil presentan candidatos de izquierda fuertes, que están liderando las encuestas. A lo que se sumaría el caso de Boric en Chile. ¿Qué característica tiene esta nueva ola de la izquierda? ¿La pone en la columna de las oportunidades?
–El año pasado hubo cinco elecciones presidenciales, dos de ellas el primer semestre: Ecuador y Perú, y luego tres en el segundo: Chile, Honduras y la farsa electoral que tuvo lugar en Nicaragua. Y este año habrá tres más: Costa Rica en febrero, y luego en mayo la de Colombia, y en octubre la de Brasil. A estas elecciones de este año, hay que agregarles tres referéndums: uno en Uruguay en marzo, otro revocatorio en México en abril, y el constitucional en Chile, en el segundo semestre. Y después, fuera de la región, habrá elecciones de alto impacto para nosotros: la de medio término en Estados Unidos, donde Joe Biden va a ver qué cantidad de capital político le queda para sus dos últimos años en la presidencia. De momento, esa elección parece muy complicada porque su popularidad ha venido disminuyendo. ¿Qué vemos como tendencia regional? De las últimas 12 elecciones presidenciales, desde 2019 a la fecha, en 11 perdió el partido que estaba en el gobierno. Incluido Argentina, con Mauricio Macri. En el único lugar donde ganó el oficialismo fue en la farsa de Nicaragua. Estamos viendo una fuerte tendencia de castigo a los oficialismos. ¿Por qué? Porque hay presidentes muy desgastados, por la pandemia, por el bajo nivel de crecimiento económico y, sobre todo, porque estos gobiernos no están dando resultados a las expectativas a esta revolución de demandas ciudadanas que se está viviendo. Si se confirma el voto castigo a nivel sudamericano en Colombia y en Brasil, entonces veríamos una muy importante reconfiguración del escenario sudamericano. Un escenario político que, desde 2015 a la fecha, venía estando mayoritariamente en manos de la derecha o de la centro-derecha. Que primero perdió Argentina, y luego Bolivia, Perú, Chile… Por eso, si la izquierda gana Colombia y Brasil, de los 10 países de Sudamérica (si excluís a Venezuela, que es una dictadura), la derecha quedaría reducida a tres: Uruguay, Paraguay y Ecuador. Así, se iniciaría un nuevo ciclo de gobiernos progresistas, pero con diferencias muy importantes con el ciclo anterior, del 2000 al 2014.
–Y con otros recursos disponibles.
–Sí, con otros situación económica. Y con ciclos más cortos. Recuerden que tuvimos tres gobiernos del Frente Amplio en Uruguay, tres del kirchnerismo en Argentino, tres de Evo en Bolivia… Esos ciclos se va a ir acortando. Vas a tener una izquierda con muchas variedades, que va a tener que obtener resultados en un contexto regional mucho más complicado porque los precios altos de materias primas, si bien se han recuperado en el último período, no son aquellos que teníamos a principios de siglo.
–Mencionó a Venezuela y a Nicaragua como dictaduras. Son dos países con los que Argentina tiene una relación estrecha. ¿Qué consecuencias tiene eso en el escenario actual?
–Argentina confunde, como país, a sus socios. Porque depende quién llega al gobierno es la relación de la política exterior. Cuando estaba el kirchnerismo tenía casi una relación casi de hermanos siameses. Después vino Macri y la cosa se enfrió. Luego, regresó Alberto Fernández con Cristina y vuelve a haber una relación cercana con Venezuela, y una relación muy confusa en el caso de Nicaragua. En algunos momentos la política exterior de Alberto Fernández, en el seno de la OEA, acompaña a la mayoría de los países que consideran que Daniel Ortega (cosa que también creo) es un dictador y que las elecciones del pasado 7 de noviembre fueron una farsa. Un mes después, Argentina se abstiene, en lugar de condenar a Nicaragua, y se pone del lado de México. Es decir: Argentina, a veces acompaña en la condena y a veces se abstiene. O, a veces termina pasado el papelón impresentable que acaba de suceder cuando, con el objetivo de obtener el apoyo del dictador Daniel Ortega para que quitara el veto, y así Argentina pudiera asumir la presidencia de la CELAC, (Fernández) envió a su embajador (Daniel) Capitanich a la toma de posesión del presidente de Nicaragua. Allí, se encontró con la desagradable sorpresa de que estaba el personaje iraní sindicado de ser el responsable de la voladura de la AMIA. ¡Se sorprenden de que, en casa de delincuentes como Ortega, encuentran a un delincuente! ¿Y qué hacen? Mandan una nota, tibia en mi opinión, diciendo que lo lamentan, cuando en realidad Capitanich, que no tenía excusas de que no sabía, tenía que haber pedido la activación de las alertas rojas (a Interpol). Ahora, Argentina están haciendo un montón de gestos para sobre-reaccionar. A su vez, va a Estados Unidos, como lo hizo el canciller Cafiero, a pedirle a (Antony) Blinken que dé apoyo en la negociación con el FMI, cuando en realidad Argentina no está siendo muy coherente y consecuente con la línea política de Estados Unidos frente al combate de la dictadura de Ortega. Es una política exterior realmente lamentable y muy confusa.
–El avance de la izquierda en la región es vista como un dato positivo para el Gobierno argentino. Pero, a su vez, mencionaste que los oficialismos están perdiendo. ¿Es correcta la lectura de que como la izquierda crece le suma chances al Frente de Todos en 2023?
-Si analizamos la región en los últimos 22 años, lo que vimos es que desde el 2000 al 2014 hubo lo que se llamó la “marea rosa”. Allí, había izquierdas e izquierdas. No era lo mismo (Ricardo) Lagos, Michel Bachelet, Lula, Chávez o Kirchner. Hubo mucha variedad. A partir de 2015, con el triunfo de Macri, se abre un ciclo sudamericano donde los gobiernos de derecha comienzan a reemplazar a los de izquierda. Precisamente, por el desgaste enorme que han tenido estos gobiernos, por la pandemia, por el bajo crecimiento económico, por la falta de resultados, lo que vemos son ciclos políticos más cortos y un voto de castigo a los oficialismos, independientemente del signo político. Por lo tanto, cuando el Gobierno argentino sacan notas alegres diciendo que le están pegando a la derecha, y están privilegiando a la izquierda, la respuesta es mitad cierta: porque le están pegando a la derecha, sí; pero porque está en el gobierno.
–¿Argentina estaría en un contraciclo?
–Claro. En Uruguay perdió la izquierda, cuando ganó Lacalle Pou. Lo que puede llegar a ocurrir en 2023, en la elección presidencial de Argentina, el gobierno pierda. Y habrá que ver qué pasa en 2024 en México. Lo que estamos viendo, más que un voto de castigo a la derecha, es un voto castigo a los oficialismo. Lo que pasa que la derecha está perdiendo más porque estaba en más países.
La presidencia de la CELAC
–¿Qué significa hoy presidir la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ? ¿Qué chances le da eso a la Argentina de toma relevancia a nivel regional?
–De los 10 riesgos políticos que hemos identificados en América Latina, uno es el peligro de la irrelevancia regional. Una región que, sin perjuicio de que ya tiene una gran cantidad de organismos regionales, es una sopa de letra (con la Unasur, la CELAC, o la Alianza del Pacífico y otras…). Estamos viendo que muchos de estos organismos están muy debilitados. Se ve, por ejemplo, en la ineficacia de la OEA para detener las dictaduras en Venezuela y en Nicaragua. En ambos casos, no hemos podido lograr el consenso político necesario a nivel regional para aplicar la Carta Democrática Interamericana. La CELAC fue creada alrededor de 10 años, por una iniciativa de (Hugo) Chávez con Lula, para genera un espacio de cooperación e integración regional en el que no estuviera ni Estados Unidos ni Canadá. A medida que fueron cambiando los gobiernos, la CELAC fue perdiendo relevancia, hasta que tomó la presidencia México el año pasado, con Manuel Andrés López Obrador. Y luego, pasó a la Argentina. Para asumir esta presidencia, Argentina tuvo que entregar muchas cosas, entre ellas hacerle el favor de enviarle el embajador a la toma de posesión de Ortega en Nicaragua, como mencionamos. Es mucho más de lo que puede obtener. En un momento en el que región está muy fragmentada y diluida. Y eso es gravísimo, porque la región ha venido perdiendo visibilidad y relevancia a nivel internacional. Lo que la región necesita es ver cómo elabora una agenda común y cómo comienza a actuar con una sola voz ante los órganos donde se toman las decisiones más importantes. Léase G20, o la del Cambio Climático. Eso, lamentablemente, la región no lo está haciendo y me temo que va a ser muy difícil para la Argentina desde la CELAC poder articular… Se pueden hacer algunas cosas, como con las vacunas, por ejemplo, pero ese no es el espacio adecuado. El espacio más adecuado sería el de dejar de lado las diferencias de tipo ideológico, no los principios democráticos. Tenemos que aprender a compartir, colaborar e integrarnos. Seamos de derecha o izquierda. Tenemos que insertar a la región en un escenario internacional muy complejo de manera estratégica. Y la CELAC no le va a dar los beneficios que está buscando. Ahora, por ejemplo, se debería mirar a la Cumbre de las Américas en Los Angeles, que se hará a mitad de año. Ahí vamos a ver qué tipo de relación puede establecer América Latina con la administración de Biden. Justo en un momento en el que Rusia y China le están disputando espacios de influencia a los Estados Unidos.
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