El enemigo de siempre
En un país donde la dirigencia tiene siempre algo para explicar y no puede hacerlo, el enemigo declarado de todos es siempre la prensa. Por la sencilla razón de que pretende contar lo que todos estamos haciendo, práctica esta irritante para quienes pretenden lo contrario; es decir que nadie sepa lo que todos sospechamos que hacen.
El acceso a la información pública es, como bien se sabe, la consecuencia de los enconados debates que en todas partes se han dado para que quienes ejercen funciones en cualquiera de los tres poderes lo hagan de cara a la sociedad y no a sus espaldas. Está garantizado por ley en nuestro país. Pero con notoria frecuencia las leyes se votan para ser incumplidas primero, modificadas después, y finalmente derogadas, para dar lugar a otras que seguirán el mismo derrotero.
Eso significa que conseguir datos públicos es entre nosotros toda una aventura, que requiere de alta especialización para quienes indagan los números de las licitaciones, las ejecuciones presupuestarias y cualquier detalle vinculado a la administración de las cosas públicas. Que no son de los funcionarios, como por aquí suele sostenerse.
Claro que en esta diaria campaña de ocultamiento hay quienes pierden los modales y desbarrancan, en un ejercicio grosero de autoritarismo, como quedó demostrado en la Unicameral cordobesa cuando se negó el acceso a la prensa a la labor de comisión sobre el controvertido proyecto de legalización del juego online.
Hay que reconocer que la Unicameral ha hecho en estos años avances importantes para abrir los debates legislativos a la sociedad. Pero los resabios de ocultismo están al acecho. Y no tardar de emerger cuando se trata de temas polémicos. No es casual que el incidente haya ocurrido con el proyecto más controvertido de los últimos meses, y a días de que concluya el período de sesiones. Quizás lo que en este caso se quería disimular era la clara coincidencia entre oficialismo y parte de la oposición en la necesidad de buscarle nuevas formas de financiación a una manera de hacer política que cada vez consume más recursos.
La rápida reacción del periodismo motivó que funcionarios de Gobierno salieran a garantizar que la política de transparencia seguirá en desarrollo, y a informar que los videos de la reunión de comisión estaban ya disponibles en el sitio oficial de la Unicameral. Pero el intento oscurantista se había consumado en el mismo momento en que otro funcionario decidió que no podía haber reporteros de manera presencial y que tampoco se habilitara el ingreso de aquellos periodistas que habían recibido el enlace para participar de la reunión de modo virtual.
Las sesiones de comisión deben ser públicas, es decir, con posibilidad de que la prensa participe en el momento en que estas se realizan. Que escuchen los argumentos, que perciban las negociaciones, que observen los gestos. No que deban resignarse a recibir luego, en diferido, un video sobre el que siempre habrá sospechas de que pudo ser editado.
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