Masiva ordenación del jesuita Ángel Rossi como arzobispo
“No príncipes, no patrones de estancia, sino simples peones. Humildes servidores de un pueblo que en su dignidad siempre será más que nosotros”. De ese modo describió ayer el rol de los pastores de la Iglesia el jesuita Ángel Sixto Rossi tras ser ordenado como arzobispo de Córdoba.
La ceremonia de la ordenación episcopal del sucesor de monseñor se extendió durante varias horas en la explanada de la Catedral y fue masiva. “Allí donde hay más dolor, está siempre nuestro sitio”, recalcó Rossi tras dar la misa y la comunión. Entre el largo agradecimiento, destacó el que dirigió al papa Francisco: “Un día, cuando era Jorge Bergoglio, me abrió las puertas de la Compañía de Jesús y ahora, a pesar de mis fragilidades que él conoce, me invita a cruzar este umbral”.
El arzobispo saliente, Carlos Ñáñez, fue el consagrante principal. Lo acompañaron en esa tarea monseñor José Ángel Rovai, obispo emérito de Villa María, y los otros tres obispos jesuitas de la Iglesia argentina: Hugo Salaverri, obispo de Azul; Ernesto Giobando, auxiliar de Buenos Aires, y el obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones. Otros 50 obispos de todo el país asistieron a la ceremonia.
El acto fue organizado por el Arzobispado y por la Municipalidad de Córdoba y representó una apuesta de cercanía con la comunidad católica cordobesa. La presencia de Doña Jovita, un impecable despliegue técnico y la transmisión por redes sociales sumaron en esa dirección. La ceremonia contó con la presencia del gobernador Juan Schiaretti, el intendente Martín Llaryora y representantes de todas las instituciones locales.
Ñáñez, quien renunció tras cumplir 75 años, estuvo durante 23 al frente de la Iglesia de Córdoba. Dirigió un largo mensaje a su sucesor, a quien se dirigió todo el tiempo como “padre Ángel”. Le encomendó “el cuidado de esta Iglesia local” y realizó una pormenorizada descripción de la comunidad arquidiocesana de Córdoba a la que deberá guiar. “Es una comunidad rica en dones y generosa”, dijo Ñáñez. También le advirtió que se trata de una “sociedad plural que constantemente presenta interrogantes y desafíos”.
“Seguramente la percepción de la magnitud de la tarea que te dispones a asumir puede abrumarte por momentos, pero no te faltará la fortaleza ni la esperanza necesarias”, resaltó el arzobispo saliente.
Rossi luego fue interrogado por Ñáñez acerca de su propósito de custodiar la fe. “Que Dios perfeccione la obra que ha comenzado en ti”, indicó, mientras Rossi se postró en signo de entrega y humildad.
Luego se llevó a cabo la imposición de manos –símbolo de la transmisión del ministerio–, primero por parte del obispo ordenante principal Ñáñez y luego por el resto de los obispos presentes. En ese momento primó el silencio.
El papa Francisco –que ayer cumplió años– fue citado en varias ocasiones, en especial con su exaltación apostólica de 2013, cuando definió el rol y el ideal de los obispos católicos.
La ordenación continuó con Rossi de rodillas, con los evangelios sobre su cabeza sostenidos por los obispos y la unción. Luego le fueron entregados los evangelios, el anillo del obispo, la imposición de la mitra –realizada por las hermanas benedictinas de San Antonio de Arredondo– y el báculo pastoral que pertenecía a Ñáñez, y sonaron las campanas.
Cercano a Francisco y con profunda formación
Monseñor Ángel Sixto Rossi nació en Córdoba el 11 de agosto de 1958. En 1976 entró en el noviciado de la entonces Provincia Argentina de la Compañía de Jesús. Después de los estudios de Filosofía y Teología, realizados en parte en Ecuador, el 12 de diciembre de 1986, recibió la ordenación sacerdotal. Es licenciado en Teología Espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma) con una tesis sobre “El discernimiento espiritual en San Ignacio”.
Desde 1990 hasta 1992 se desempeñó como rector de la iglesia de El Salvador, en Buenos Aires, y durante ese período abrió el Hogar San José, destinado a las personas que viven en situación de calle.
En 1992 creó la Fundación Manos Abiertas, que actualmente brinda ayuda a las personas más pobres y vulnerables en diferentes centros de asistencia social, ubicados en 10 ciudades de la Argentina.
Desde 1992 hasta 1995 fue maestro de los novicios de la Compañía de Jesús y desde 2013 hasta 2019 fue superior de la comunidad de la Residencia Mayor en Córdoba.
Publicó diversos libros y ensayos de carácter espiritual y pastoral, entre ellos uno sobre el cura Brochero, y ofreció numerosos ejercicios espirituales ignacianos. Hasta el momento de su nombramiento, se desempeñaba como consejero de la Provincia Argentino-Uruguaya de la Compañía de Jesús.
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