La Voz del Interior @lavozcomar: El lado luminoso de la fuerza

El lado luminoso de la fuerza

La marea informativa en los medios y redes sociales es abrumadora. Y si pretendemos tiempo de vida fuera de las pantallas, seguir la agenda se vuelve una tarea difícil.

La masa, además, está regulada. Algoritmos made in Estados Unidos que setean qué mostrarnos, cuándo mostrárnoslo, cómo captarnos.

Este aparato invisible –pero con dueños– que dista mucho de construir una perspectiva hermenéutica de lo dicho e informado, esta semana amplificó discursos de premios al periodismo, discursos en cámaras legislativas, discursos de premios a mejores novelas, entre otros.

Esta semana observé con atención tres discursos. El primero, de la legisladora por la ciudad de Buenos Aires Ofelia Fernández; el segundo, del exsenador Esteban Bullrich, y el tercero, de la periodista Agustina Paz Frontera, del medio LatFem, en la entrega de premios Lola Mora.

Ofelia Fernández tiene 21 años, es legisladora y, sobre todo, es una mujer política argentina que tiene la fuerza y la tenacidad que se necesitan en contextos adversos (este país es uno de ellos). En un discurso corto, explicitó ante la Cámara Legislativa la violencia con que la figura más sobresaliente del partido Avanza Libertad se ha referido a ella y cómo había sufrido cierta persecución por cuatro personas de esa fuerza política a la salida de su trabajo.

Ofelia no usa eufemismos: es sincera, directa, precisa. Una condición que parte de la clase política, dirigente y el establishment condena: la insistencia por estampar la verdad en las narices. La frase que quedó resonando en las redes tiene que ver con un posicionamiento inteligente frente a los violentos y al modus operandi de muchas personas que se embanderan con la libertad pero aún no se enteraron de que existen los derechos humanos.

Ofelia dijo: “Yo no pienso ser su víctima; no tengo problema en ser su enemiga”. Y en esa declaración se corrió del lugar en el que siempre nos están queriendo ubicar a las mujeres. No sólo en la política, sino en muchos espacios laborales, sociales, familiares y comunitarios. La idea de una Heidi que baja la cabeza porque es lo más educado, lo correcto, lo plausible.

Esteban Bullrich visibilizó en el Senado el dolor. Las cámaras de televisión registraron su llanto, el dolor de su familia y colegas por su renuncia a causa de la enfermedad ELA. La irrupción de un hombre llorando en un recinto movilizó a una audiencia que a veces parece anestesiada por el dolor y por la impotencia que sufren otros; sobre todo, algunos referentes de la clase política que alcanzan cargos públicos y parece habérseles amputado la empatía.

El llanto quebrado, retenido, injusto y doliente de Esteban visibilizó lo que personas que se sientan en esas bancas olvidan: lo finita y precaria que puede ser la vida, y que el poder, a veces, no alcanza.

El tercer discurso lo miré tres veces. Se trata de una periodista que había escuchado nombrar, pero de la que nunca había visto su cara. Recibía el premio Lola Mora en nombre de un equipo que abordó periodísticamente el impacto de la pandemia en la realidad de las mujeres.

Agustina Paz Frontera es su nombre, y dijo que en el periodismo feminista está el futuro, que debemos ser fuertes para frenar los discursos de odio y “que periodismo y feminismo sin conciencia de clase es bijouterie; que no es nada”. Y que, al fin de cuentas, para intentarlo mil veces más, si queremos un mundo mejor tenemos que pensar en tres pilares: clase, género y raza.

Cuando se oyen palabras vivas, se agradece que existan parlantes. Porque esa palabra activa moviliza, emociona. Nos empuja hacia lo que los Jedis de Star Wars llamarían el lado luminoso de la fuerza, un poder aliado a la calma, utilizado para el conocimiento y la defensa.

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