Cinco estrellitas para “Medium” de Cozarinsky: gestos modernos
No resulta una afirmación clarividente decir, como lo expresa la protagonista de Medium, que la música puede modificar la vida de una mujer o un hombre. Nunca está de más recordarlo, puesto que la relación que suele establecerse con el sonido conquistado por la voluntad estética es rudimentaria, por no decir atávica.
Sin desmerecer ese modo de experiencia primitiva, la mera compañía de la música y los efectos sobre el ánimo constituyen apenas un indicio de esa invención enteramente humana que tras siglos y siglos de ejercitarse ha evolucionado por senderos tan complejos como numerosos e inconmensurables. De los tambores de la tribu a los ritmos abstractos de Varèse existen cantidades inimaginables de expresiones musicales.
El misterio de la música es el gran tema de Medium, porque la película del maestro Edgardo Cozarinsky es un retrato amoroso de la pianista Margarita Fernández. Alcanzan los tres planos iniciales para glosar la excelencia de la artista y la devoción que profesa por el instrumento elegido para hacer música.
Las manos envejecidas pero enérgicas de Fernández acarician respetuosamente las teclas blancas y negras de su piano para después abrir la partitura del Intermezzo, op. 117, nro. 3 de Brahms y de inmediato comenzar a interpretar la obra completa. Esos primeros 11 minutos ya han cumplido con el cometido. Lo que sigue está en armonía con esa presentación: se delinea una experiencia de la música, se sugiere una modalidad de habitar el mundo.
Lo dicho hasta acá es la sustancia de la película de Cozarinsky, pero no es su corazón. La citada obra de Brahms cifra una larga amistad entre el cineasta (y también eximio escritor) y la pianista (y escritora y performer), una fraternidad que los liga a la modernidad artística de los años ‘70 en Argentina, cuando el propio director era asistente del Grupo Acción Instrumental al que pertenecía Fernández.
La genealogía de esa amistad le permite a Cozarinsky incluir algunos pasajes de La pieza de Franz de Alberto Fischerman, en la que participaban los miembros del grupo, como también volver a visitar en Baden Baden la casa de Brahms. En el primer caso evoca una relación entre la vanguardia cinematográfica y musical con la política que hoy puede verse como intempestiva y lejana; en el segundo caso revela la cercanía entre el retratista y la retratada.
Como puede adivinarse, no son temas sencillos, pero ningún espectador quedará al margen de la propuesta porque la generosidad la tiñe y porque se erige en una difusa didáctica benevolente que tiene la elocuencia característica de quien conoce a fondo una materia y desea encender el interés de cualquier interlocutor.
A Cozarinsky siempre le ha preocupado la transmisión del saber, lo que nombró en alguna ocasión como “el pase del testigo”. Dos jóvenes alumnos de Fernández son los grandes secundarios del retrato, y en la interacción con la maestra se pone en evidencia una tradición todavía vigente. De eso se trata entonces: de filmar una tradición a través de la amistad entre un hombre nacido en 1939 y una mujer que nació en 1926, como asimismo dejar un testimonio de todo lo que puede hacerse con notas, planos y palabras. Los aprendices escuchan, observan, aprenden y continúan una experiencia y un diálogo.
Para ver
Medium. Calificación: excelente. Argentina, 2020. Duración 72 min. Dirección Edgardo Cozarinsky Guion Edgardo Cozarinsky Fotografía Constanza Sanz Palacios Films. En el Cineclub Municipal Hugo del Carril.
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