Mundos en miniatura, la obra de Tatsuya Tanaka
Un puñado de broches de madera ajustados a una toalla de color azul se convierte en una piscina, desde cuyo borde se lanzan a nadar una serie de mujeres liliputienses. Una locomotora ínfima tira de vagones que son piezas de sushi. Una porción de torta es una pista de esquí. Los puntitos negros de las piezas de un dominó hacen las veces de hornallas y sartenes en un restorán atendido por cocineros diminutos.
Los objetos que Tatsuya Tanaka (Japón, 1981) utiliza para componer sus escenas son potencialmente infinitos. Y muy pequeños.
Desde 2011, más precisamente desde el mes de abril de ese año, el artista japonés realiza una obra por día y la sube a su Instagram (www.instagram.com/tanaka_tatsuya), alimentando una cifra de seguidores de más de tres millones de personas que buscan sus ocurrencias y obtener un instante de deleite con el poder de su imaginación.
Cepillos de dientes, afeitadoras descartables, botones, hisopos para los oídos, cajitas de maquillaje, terrones de azúcar, una mandarina, una palta, un huevo duro cortado a la mitad, un frasco, una cuchara, jeringas, un alfiler de gancho, los más diversos ingredientes de la cocina japonesa y un sinfín de artefactos y utensilios domésticos conforman un mundo que siempre se expresa en diminutivos.
Tanaka denominó Calendario en miniatura (miniature-calendar.com) a esta serie obsesiva y fascinante que ya lleva más de 10 años. No ha pasado un solo día sin generar alguna escena nueva, construyendo sin descanso una réplica a escala del universo de vivencias y situaciones que atraviesan los seres humanos, muchas absolutamente cotidianas, otras más extraordinarias. Desde pasear el perro o tomar sol hasta hachar pequeños leños de zanahoria o hacer un viaje en globo a bordo de una canastita sostenida por una manzana.
Además de los elementos tomados de la vida diaria, se ayuda con una variedad gigante de figuras de diorama, muñequitos y criaturas del universo del modelismo. La fotografía y un trabajo ultra preciso con la iluminación completan el proceso.
Un cuarto de manzana y un pedazo de cáscara arman un barco a vela. Viejos celulares con tapita se disponen formando las hileras de tumbas y lápidas de un cementerio visitado por un doliente solitario. Un rollo de papel higiénico simula la superficie blanca de un mundo congelado y el agujero en el hielo donde un esquimal procura hacerse de la pesca del día. El de Tanaka es un arte entrenado con precisión milimétrica para producir una ilusión al día.
Las miniaturas de la argentina Liliana Porter podrían ser un antecedente de estos haikus visuales, que juegan con referencias a la cultura pop, a personajes de animé y al cine de aventura y de ciencia ficción.
La mascarilla quirúrgica es uno de los elementos que se incorporó al calendario desde que la pandemia hizo del barbijo la prótesis más usual de la vida humana. El artista transforma la mascarilla en una pileta pública con bañistas respetando sus respectivos andariveles, o en un desierto cruzado por camellos del tamaño de una pulga. Todo es posible en el pequeño mundo de Tanaka.
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