Prematuros y exprematuros
Mientras el Covid 19 sigue su curso ondulante, circulan por el mundo otras pandemias menos difundidas. Una de ellas, registrada desde hace seis décadas, es la pandemia causada por los nacimientos anticipados, condición que afecta a más de 15 millones de niños y niñas cada año.
Para quienes nacen antes de las 40 semanas, hay dos términos que, si bien se parecen, no significan lo mismo. Uno es “pretérmino”, que nombra a quien nace antes del término de la gestación. Otro es “prematuro” (premaduro), que indica que esa persona no alcanzó suficiente madurez para salir del útero.
Los prematuros suman más de ocho mil recién nacidos al año en Argentina (1,1% del total) y su fragilidad demanda cuidados especiales, un enorme gasto emocional en las familias y otro económico para toda la sociedad.
Ser prematuro significa nacer y no poder respirar de manera eficaz, no controlar la temperatura corporal, tener dificultad para alimentarse y representa además un elevado riesgo de sufrir infecciones severas, entre otros trastornos.
Gracias al desarrollo sostenido, los servicios de neonatología actuales disponen de recursos humanos y tecnológicos formidables para afrontar y solucionar dichos riesgos. Lo prueban las buenas estadísticas de sobrevida sin secuelas.
Sin embargo, sigue vigente una verdad de Perogrullo: el mejor tratamiento para la prematuridad es que no nazcan prematuros. Esto significa que las acciones más eficaces para reducir esta pandemia son las que se aplican durante el embarazo.
La clave para la prevención es el control prenatal: simples entrevistas con gente predispuesta que chequea el peso de la persona gestante, la altura del útero y la presión arterial; donde se pesquisan posibles infecciones silenciosas y se advierte sobre la importancia de no fumar, no beber alcohol ni realizar esfuerzos físicos desmedidos.
Bastan apenas cuatro controles repartidos a lo largo de la gestación para reducir en un 50% la prematuridad.
Otros factores asociados son menos vulnerables, como la falta de unión estable y ser adolescente. Muchas menores de 18 años suelen mantener sus actividades diarias y esto genera contracciones uterinas que terminan en un nacimiento anticipado.
También existen los “prematuros tecnológicos”, producto de intervenciones médicas en parejas con problemas de fertilidad. El número de inmaduros en estas situaciones es significativo, aunque con excelentes resultados finales gracias a un control más estricto. Esto contrasta con aquellas gestantes sin el mínimo cobijo social, que originan “prematuros de la pobreza”; niños y niñas que nacen inmaduros debido a las carencias extremas durante el embarazo.
Nació prematuro
Cuando todo lo preventivo no resulta, son necesarios servicios de neonatología. Profesionales de enfermería y medicina (genuinos segundos padres y madres) que aplican su conocimiento y afecto para que las largas estadías en las incubadoras (“úteros” artificiales que intentan reproducir el ambiente de los verdaderos) no generen más complicaciones.
El tiempo de internación se percibe eterno, pero todo llega. Al recibir la ansiada alta hospitalaria, muchas familias experimentan una mezcla de alegría y desamparo. ¿Sabrán cuidar a sus chicos de igual modo?
La respuesta surge luego de varias noches en vela intentando comprender llantos y reclamos. Es entonces cuando se impone comenzar a usar una palabra sanadora: exprematuro.
Nombrar así al hijo/a podría evitar que la inmadurez inicial condicione el resto de su infancia. Es injusto ser un prematuro eterno, secuelado por la crianza y no por las enfermedades que atravesó.
Entonces sí, todos podrían alcanzar el alta. Y comenzar a curarse definitivamente.
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