Un triunfo de la represión
Un día encontró la puerta de su casa bloqueada con una montaña de palomas muertas. Otras veces, frente a su domicilio aparecían pequeñas muchedumbres que gritaban insultos contra él durante horas. Todo el tiempo recibía amenazas por teléfono, por e-mail y en las calles. Amenazas que se extendieron a sus familiares. Y desde el día anterior al 15N, se encontró apresado en su propio domicilio, igual que la birmana Aung Sang Suu Kyi y que la nicaragüense Cristiana Chamorro. Pero a diferencia de esas líderes demócratas enfrentadas a regímenes autoritarios, a Yunior García le imponían un aprisionamiento de hecho; no los jueces y la policía, sino una turba castrista que le bloqueaba la salida.
Lo mismo les ocurrió a todos los exponentes de la agrupación Archipiélago y demás convocantes de la marcha que el régimen abortó el lunes 15. Cuando intentaron encaminarse a la anunciada protesta, descubrieron que estaban atrapados en sus propias casas por turbas que les bloqueaban la salida.
Todos habían sido atormentados con amenazas brutales. Varios de ellos habían aparecido en medios extranjeros denunciando a la dictadura y convocando a la protesta, y un par de días después subieron videos a las redes para anunciar que desistían del 15N y de la lucha por la democracia.
Los 71 exponentes que se negaron a desistir públicamente de la marcha y de la disidencia, fueron detenidos. Yunior García no fue detenido sino que pasó sin escalas del aprisionamiento en su vivienda a Madrid.
La última vez que se vio en La Habana al joven dramaturgo que lideraba Archipiélago fue en la ventana de su casa, con una hoja de papel en la que escribió que estaba atrapado y no podía salir. La siguiente imagen suya fue una foto con maletas en el aeropuerto habanero. Estaba en los medios del régimen. La prensa oficial se burlaba de él. Lo describía en fuga, huyendo como un cobarde que abandona su causa y su gente.
Después apareció en España, explicando el acoso que había padecido y que lo quebró. Después, un poco mas estabilizado anímicamente, dijo que su objetivo era regresar a Cuba y que no desistía de la lucha contra el régimen encabezado por Miguel Díaz-Canel, al que describió como “una dictadura, una tiranía brutal como pocas veces se ha visto”.
Fue importante que el artista que la expresó en el último tiempo dejara claro que no abandona la disidencia. Pero resulta obvio que si pudo viajar al exterior, fue porque el régimen lo permitió. Más claro aún: el régimen lo sacó de Cuba, coronando su victoria sobre la protesta.
El castrismo había perdido frente a las manifestaciones de julio pasado porque, si bien las sofocó, al actuar sobre la marcha no pudo evitar que las imágenes de multitudes atacadas por policías, brigadas de elite y fuerzas de choque recorrieran el mundo. Pero ahora se anticipó a los hechos bloqueando internet, aislando a la dirigencia disidente y también las reuniones en las calles.
Esta vez, la represión cortó el grito en la garganta, impidiéndole llegar hasta la boca para hacerse escuchar en el mundo.
En julio, la reacción fue tardía, porque las fuerzas represivas salieron cuando las multitudes ya inundaban las calles. Para aplastar la protesta, lanzó sobre los manifestantes fuerzas policiales, los temidos Boinas Negras y las fuerzas de choque que ejecutan “acciones piraña”, atacando a patadas y trompadas, en grupos numerosos de matones, a quienes detectan como agitadores.
Cuando sofocaron las protestas, las cárceles estaban abarrotadas y se realizaban juicios sumarísimos para justificar con fallos inauditos los encarcelamientos de cientos de manifestantes, si no miles.
De cara al mundo, para el régimen el saldo fue demoledor porque había quedado expuesta su naturaleza represiva. Pero ahora la represión logró su cometido, en parte porque si los grandes medios internacionales no tienen imágenes impactantes para mostrar, restan espacio a la cobertura de los sucesos. La represión preventiva con la que el castrismo abortó el 15N debió tener más espacio que el que tuvo en la televisión de Europa y de las Américas. No lo tiene porque, quitando credenciales a corresponsales extranjeros, el régimen evitó que se registren imágenes de la militarización que impidió a las personas aglomerarse, mientras las turbas apresaban a los referentes en sus propias casas.
Lo que no pudo impedir la represión es que Pablo Milanés compusiera Flores del futuro, en la que alienta a continuar la lucha contra el régimen cubano, y que, entrevistado en su exilio en Madrid, equiparara a las fuerzas de choque y las turbas civiles que lanza el castrismo contra quienes protestan, con los “camisas negras” de Benito Mussolini.
A Pablo Milanés le da “vergüenza ajena que gente de mi raza se preste a ser como los antiguos cazadores de cimarrones de su propio suplicio y dolor”.
* Periodista y politólogo
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