La Voz del Interior @lavozcomar: Maíz tardío: cómo juega la oferta de nutrientes en la zona núcleo

Maíz tardío: cómo juega la oferta de nutrientes en la zona núcleo

Entre finales de noviembre y durante diciembre llega el turno de los maíces tardíos. Como rasgo distintivo, la siembra se realiza sobre un barbecho previo o un cultivo de cobertura; el maíz tardío no presenta un antecesor invernal, a diferencia del “maíz de segunda”, que se instala después de un trigo o una cebada, por ejemplo.

A partir de esta caracterización, el ingeniero agrónomo Gustavo Ferraris, referente del Inta Pergamino, hizo foco en la nutrición de maíz en la zona núcleo pampeana.

En Agroexpertos –el ciclo de Agrovoz dedicado en este capítulo a la nutrición de maíz– explicó que en esta zona núcleo la implantación transcurre con el perfil de suelo cargado de humedad y con un mayor contenido de nutrientes, en particular nitrógeno, un recurso clave para el rendimiento.

En tal contexto, “la nutrición en las siembras tardías es un poco menos limitante respecto de las siembras tempranas y el techo de rendimiento se alcanza con una disponibilidad o una oferta de nutrientes por fertilización un poco menor”.

De todas maneras, consideró muy importante medir estos elementos en el suelo, tratándose de nitrógeno, fósforo y azufre; lo mismo en el caso de zinc, un micro nutriente cuya relevancia ha crecido en diversas regiones del país.

“Los nutrientes que limitan la productividad en siembras tardías son similares a las tempranas; la diferencia radica en que, en el primer caso, previo a la siembra tenemos un período de acumulación en el barbecho más prolongado”, explica Ferraris.

La mineralización de nitrógeno y azufre a partir de la materia orgánica del suelo también se da con una mayor tasa, producto de las mayores temperaturas durante la estación de crecimiento del cultivo.

En el caso del fósforo –un nutriente poco móvil y fuertemente retenido por el suelo–, es mayor la tasa de difusión y velocidad de crecimiento de las raíces, y mejora la accesibilidad por parte de las plantas respecto de las siembras tempranas.

Según Ferraris, ya está muy arraigado en el país un sistema de decisión que une el diagnóstico con la recomendación de fertilización: sumar el nitrógeno disponible en el suelo, más el agregado de fertilizante, hasta alcanzar una determinada disponibilidad objetivo, en función del rendimiento buscado.

A título de ejemplo, en planteos conservadores o ambientes con restricciones, un objetivo de rendimiento de 10 toneladas por hectárea puede ser alcanzado con una oferta total de nitrógeno del suelo más fertilizante del orden de las 150 unidades.

A medida que el potencial es más alto se debe correr esa curva hacia niveles superiores: para 12 toneladas se buscará ajustar a 180 unidades de nitrógeno, o para 14 toneladas a más de 200 unidades.

Para Ferraris, un diagnóstico nutricional debe combinar herramientas de suelo, planta, condición ambiental y potencial de rendimiento. Si bien todas las metodologías de diagnóstico tienen algo de engorroso, “el costo de esa inversión es muchísimo menor a lo que el productor invierte en fertilizantes, el principal costo a la hora de la siembra de maíz”.

Por lo tanto –destaca el especialista– es muy importante dedicar tiempo a esos diagnósticos y tomar decisiones inteligentes. Difícilmente un cultivo sea rentable si se ha hecho un mal manejo nutricional.

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