Series biográficas: la realidad no supera a la ficción
“La Serie de Netflix es Ficción. No es 100% Verdad”, fue el tuit que apareció en la cuenta oficial de Luis Miguel hace una semana. El cantante mejicano, que no suele compartir mucho en redes sociales, se despachó con esa notita justo cuando se estrenaba la última temporada de la serie que cuenta sobre su vida y de la que no ha hablado mucho.
El mensaje hace sospechar que, si bien Luis Miguel está detrás del telón en su propia biografía y todos suponemos que en ella cuenta su verdad, la narración tiene contenidos ficcionalizados, es decir, que no son reales o que se adornan para el efecto dramático o sensible.
Básicamente, esto consiste en cambiar los nombres de algunos, introducir recursos o inventar diálogos, porque, claro, estamos de acuerdo que no es un documental, sino un drama. Y, hay que decirlo, eso está permitido. Es imposible, en cualquier caso, poder contar una historia realmente como fue porque eso negaría, en principio, la existencia de las subjetividades, por ejemplo.
Y es que ahí es cuando uno, como espectador, cae en la trampa. El público es el vértice más vulnerable del triángulo formado entre personaje/autor/audiencia, en el que el contrato nos deja con la única opción cuasi religiosa de creer, o no, en lo que se ve, pero siempre con una mueca. ¿Será verdad todo lo que ocurre? ¿Alguien puede chequear esto?
Con la serie de Luis Miguel pasa lo mismo que con otras actuales, como la de Diego Maradona, The Crown o la de Pablo Escobar, justamente todas biopics sobre personajes populares de la historia contemporánea y con un perfil público.
¿El engaño del príncipe Carlos a Lady Di existió? Sí. ¿Pablo Escobar traficaba drogas? También. Pero, luego, las pinceladas que decoran el retrato, los cómo, quedarán a voluntad de quien escribe el guion. En medio de toda la tragedia y la comedia de público conocimiento, también hay lugar para bocadillos dignos de culebrón y que, muchas veces, pasarán a la historia como mitos, bien o mal que nos pese.
Donde sí el espectador tiene un poco más de poder es cuando puede inferir el punto de vista del autor. Porque, convengamos, los Luis Miguel y los Maradona de este mundo son personas con luces y sombras, como todos los mortales. Y cuando en una serie se nos muestra solo las luces o se victimiza a su protagonista, uno ya sospecha que puede haber una intencionalidad.
Al final, poco importa si algún dato atractivo está de más o de menos, sino poder concebir a estas figuras en un sentido más transversal, más humano. Capaz esa sea la principal misión de la biopic, tan de moda hoy, y tal vez por eso también es que siempre son mejores las ficciones.
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