La pospandemia no llegó
Estas reflexiones surgen a partir de la escucha permanente de la palabra “pospandemia”. ¿Es viable hablar de pospandemia? La pregunta misma nos lleva al lugar de la ilusión, a la necesidad de que el momento que estamos atravesando termine de una vez por todas y podamos recuperar la forma de vida que teníamos antes de marzo de 2020; pero también nos pone ante la realidad o la certeza de que no sabemos a ciencia cierta cuándo el coronavirus va a ser plenamente domeñado y los humanos recuperemos nuestra cotidianidad.
Innecesario hablar acá de la cantidad de seres queridos perdidos, de la falta de contención encontrada en el abrazo o de las personas que dejamos de ver por cuidar y cuidarnos. En el menor de los daños, la vida cotidiana fue lo que más se alteró y dejó al descubierto cuán frágiles somos ante cambios drásticos en nuestro día a día.
La sensación general y la palabra más escuchada fue “incertidumbre” ante la evidencia de que lo que nos acontece era del orden de las crisis, de aquello que irrumpe en una situación estable y arroja a la persona al terreno de lo endeble. Por ello, quienes trabajamos en situaciones de urgencias, nos resultó conveniente denominarla “catástrofe social”; al no conocer plenamente al enemigo y al llevar a toda la humanidad a una situación de vulnerabilidad necesitábamos trabajar con las personas para que la autoconservación (seguir con vida) y la autopreservación (seguir siendo uno mismo, sostener la identidad) no colapsen ante la magnitud del evento.
La incertidumbre está relacionada con esa necesidad que tenemos de saber qué va a pasar a continuación, de forma que podamos anticiparnos , lo podamos controlar y no nos tome desprevenidos. Es también proyectarse a un futuro no se puede predecir con exactitud y en los diferentes momentos, de aislamiento total o de distanciamiento, el humor de la gente puso en evidencia varias manifestaciones, a nivel afectivo, somático, cognitivo, interpersonal. Numerosas investigaciones apoyan los hallazgos deteriorantes que se encontraron en personas en cualquier momento de su etapa evolutiva.
Y desde una mirada positiva, la incertidumbre es entendida como una motivación humana, en concreto aquella que nos incita, por ejemplo, a confirmar que lo que pensamos o lo que nos dictan nuestros sentidos es cierto. Aunque varía dependiendo del grado y del ámbito en el que aparezca, para algunas personas la incertidumbre es insoportable. Es aquí donde adquiere su carácter motivador. La persona que la “sufre” tiene que actuar para reducirla, al menos hasta que se encuentre en unos niveles aceptables.
En esta línea, está probado que, ante cualquier proceso displacentero o estresante, la mayoría de las personas hacen esfuerzos por adaptarse y son los que permiten que aparezcan nuevas formas de pensar, sentir y actuar que logran amortizar la sensación de estar enfermo en esta situación de desastre. Las conocemos también como estrategias de afrontamiento.
Sorteando los saldos negativos que la pandemia nos está dejando y con la llegada de acciones y aperturas halagüeñas, es saludable que como sociedad propiciamos una vuelta plena a nuestra cotidianidad, que planifiquemos y nos mantengamos ocupados, respetando las horas para las actividades productivas, el descanso y el disfrute del tiempo libre y que recuperemos los círculos de afectos que son los que nos nutrirán y permitirán procesar lo acontecido de manera saludable.
Podremos hablar de pospandemia cuando la inmunización a partir de las vacunas nos haya alcanzado a todos, el acceso a los servicios de salud no tengan restricciones, las y los estudiantes hayan retornado a las universidades, el sistema productivo esté en marcha y los seres humanos sintamos que estamos haciendo uso de nuestros derechos.
La pospandemia no llegó.
* Candidata a vicedecana para la Facultad de Psicología
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