La Voz del Interior @lavozcomar: “El padre de la niña muerta”: un libro vomitado por el infierno

“El padre de la niña muerta”: un libro vomitado por el infierno

El padre de la niña muerta es un libro que se arma y se rompe todo el tiempo, astillado por el dolor y las mutilaciones anímicas.

El brasileño Tiago Fierro (San Pablo, 1976) emprende la tarea titánica de contar qué es lo que queda (de él, de su esposa, de la vida, de la realidad) después de la muerte de su hija de 8 años, a causa de una miocarditis fulminante.

El relato cava un pozo de rabia y desolación que estremece, pero la escritura, en vez de asfixiarse, florece, explota en esquirlas que combinan su poder aniquilador con el hallazgo de resquicios de existencia que siguen latiendo. Por ejemplo, el sexo.

Brutal, crudísimo, destartalado, un libro roto por donde se lo mire, tiene un erotismo zarpado en medio del relato del drama de perder a una hija e incluso algunos destellos de un humor melancólico y patibulario, capaz de producir algunas sonrisas amargas.

El padre de la niña muerta está en el otro extremo de otro exponente de la literatura del duelo como es Lo que no tiene nombre, el libro de la colombiana Piedad Bonet sobre la muerte de su hijo, en el que una sobriedad inquietante es el imperativo que guía la reconstrucción de la vida de un joven quien decidió quitársela por mano propia.

Con esta novela debut, el crítico, ensayista y editor ganó en 2019 el Premio Jabutí y el Premio São Paulo de Literatura.

En verdad, se trata de una novela que apenas cabe en el género y se descose en fragmentos y escenas desoladoras de hospital, velorio y entierro, delirios oníricos que marean, mensajes de WhatsApp, intercambios de mails con el equipo editorial que va a publicar el libro, alaridos al cielo pidiendo socorro, ejercicios de prueba y error con terapias o prácticas espirituales como el yoga, preguntas sobre la mejor forma de encarar el padecimiento en términos literarios y preguntas sobre el tabú de hacer del dolor un espectáculo que alguien va a leer (“No hay nada más absurdo que seguir escribiendo en la fila de la cámara de gas”, es una de las imágenes que usa).

Todo el tiempo amenaza un derrumbe definitivo del sentido, un colapso total de la posibilidad de seguir viviendo (y escribiendo), sin embargo en El padre de la niña muerta se encuentra también una mirada impiadosa sobre las sociedades contemporáneas, una lucidez que surge de la posición del narrador que ha quedado fuera del mundo y toma distancia.

Como Yuri Gagarin, el astronauta ruso que fue el primer hombre en orbitar la Tierra y supuestamente dijo: “Aquí no veo ningún Dios”; como Diego Armando Maradona, que debió descender al suelo de los mortales después de la experiencia mística del segundo gol contra Inglaterra (son dos escenas que el libro propone), el narrador hace una reentrada al mundo convertido en bufón de su propio drama y ejecutando un retrato cruel de casi todo.

Convertido en el aguafiestas, en el leproso, en el que apesta a muerte, en el que no tiene, en última instancia, nada para perder, compone un libro que estalla y se pudre. Un libro vomitado por el infierno.

  • El padre de la niña muerta. Tiago Ferro. Tusquets Editores. 184 páginas. $ 1.450.

https://www.lavoz.com.ar/numero-cero/el-padre-de-la-nina-muerta-un-libro-vomitado-por-el-infierno/


Compartilo en Twitter

Compartilo en WhatsApp

Leer en https://www.lavoz.com.ar/numero-cero/el-padre-de-la-nina-muerta-un-libro-vomitado-por-el-infierno/

Deja una respuesta