La estrategia para festejar a toda costa en noviembre
el país.
La más fresca estrategia del Frente de Todos para celebrar en la noche del 14 de noviembre -cualquiera sea el resultado en las elecciones generales, lo que incluye obviamente un escenario de nueva derrota- podría definirse con una frase pronunciada esta semana en altos despachos de la Casa Rosada: “Ganar, aún perdiendo”.
El oficialismo, en efecto, se ha parado en estos días encima de la montaña de encuestas que ha leído, tanto propias como ajenas, y llegó a una conclusión que no sería novedosa pero que encuentra una enorme dosis de pragmatismo. Esto es, que si por caso las urnas de noviembre ratificaran una victoria nacional de Juntos por el Cambio, ello ocurra en un escenario distinto al de las PASO que le permitan al frentetodismo celebrar, y hasta ensayar -ahora sí- algún pogo del que luego no se tenga que avergonzar.
Las condiciones que definió el comando de campaña que dirige Juan Manzur serían básicamente dos. Primero, mostrar en esta etapa que los antidemocráticos son los integrantes de la oposición, y que el Frente de Todos es la fuerza que verdaderamente quiere trabajar para sacar el país adelante.
Ejemplo más claro de esa primera pata de la estrategia: las voces del oficialismo que se alzaron el miércoles contra la oposición en la Cámara de Diputados, con Máximo Kirchner a la cabeza, para denunciar a Juntos por el Cambio pero también al PJ no alineado y la izquierda, por impedir tratar un proyecto de ley que les interesa a todos por igual como el de Etiquetado Frontal.
“Ellos y su prensa aliada nos tildan de autoritarios, de autocráticos, pero los antidemocráticos son los que no dan la cara en el recinto y traban la salida de la ley”, se enojó un funcionario con despacho en la Casa Rosada. Tal vez debió reconocer que el oficialismo no logró reunir el quórum porque también se ausentaron siete diputados de su propia bancada.
Puesto blanco sobre negro, podría afirmarse que la estrategia montada por el Gobierno buscará mostrar que “ellos (la oposición) son los malos y nosotros los buenos”, y que mientras macristas, radicales y cívicos se oponen a proyectos que cuidan la salud de la población, ellos bajan al terreno para escuchar de propia voz del votante cuáles son sus necesidades. Una estrategia “personalizada” esta última, de la que al parecer se ha hecho cargo casi en soledad el presidente Alberto Fernández, que ya había sido planteada hace diez días en la reunión inaugural del nuevo comando electoral del Frente de Todos.
La segunda estrategia puesta en marcha es bajarle unos cuantos decibeles a la guerra verbal que el cristinismo y sus delegados en el Gobierno mantienen a diario con otras fuerzas. Plantear que “la oposición representa el no, y el Gobierno es partidario del sí” al diálogo como quedó plasmado esta semana en un par de discursos presidenciales.
Ese tono ultra moderado, que proviene de las alforjas del publicista catalán Antoni Gutiérrez Rubí, se completaría a partir de ahora, si no aparecen nuevos capítulos del célebre “fuego amigo”, con la decisión también ya expresada en numerosos gestos de mostrarse más proclives a escuchar, ante que a discursear. “Hablar menos y ejecutar más”, en boca de Manzur en aquella reunión bautismal del nuevo comando electoral.
¿Por qué el Gobierno celebraría aún en el caso de una derrota en la noche del 14 de noviembre cuando se abran las urnas de las elecciones generales? La respuesta de quienes trabajan en la idea no es una sola.
Pero se conecta con la realidad. Por caso, tal vez el más emblemático, la nunca descartada posibilidad de dar vuelta el resultado de las PASO en la provincia de Buenos Aires. Nada menos. Eso en sí mismo ya sería un motivo de celebración de tono triunfal del frentetodismo aun si se sufriese una nueva derrota a nivel nacional.
¿Qué le dicen las encuestas al Gobierno? Que no es imposible ganar en Buenos Aires, pero que seguramente los cuatro puntos escasos que la dupla Santilli-Manes le sacaron a Victoria Tolosa Paz podrían reducirse a casi un empate técnico, con los candidatos de Juntos siempre arriba. También que en las provincias en las que una derrota como la sufrida en las primarias pondría en peligro la holgada mayoría oficialista en el Senado, el FdT podría mejorar sus chances al menos como para impedir la pérdida de esos escaños. Una tranquilidad adicional, si se cumplen los pronósticos optimistas de los estrategas, para Cristina Fernández.
“Si ganamos o arañamos en Buenos Aires, mantenemos la mayoría en el Senado y perdemos por poco a nivel nacional, acortando a dos o tres la diferencia de ocho que nos sacaron en septiembre, habrá festejo”, asegura convencido uno de los funcionarios al tanto de esos enjuagues de laboratorio.
Dicen los primeros entusiasmados de la Casa Rosada que el desafío es posible. Se trata nomás de unir moderación con atención al votante, la idea de oponer un Gobierno que propone con una oposición que frena todo, y la más improbable de hacer cambiar con hechos la impresión arraigada en el ciudadano común de que éste es un Gobierno al que solo le importa cambiar plata por votos, el ”plan Gollán” que fue ampliamente rechazado en las encuestas.
Una frase del presidente englobaría ese “nuevo feeling” que abraza el Gobierno. “Salgan a patear la calle”, les dijo en tono lunfardo a sus ministros el jueves al mediodía en reunión de gabinete. Eso fue antes, para variar, del inconsulto acto en la cancha de Nueva Chicago, donde volvió a una tribuna que en el Instituto Patria y en el cristinismo puro claramente desaconsejan luego del derrumbe en las encuestas de Alberto que todos han registrado.
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